viernes, 7 de diciembre de 2012

Hola Guapas y Guapos!!!



El miercoles 12 de diciembre tendremos SUPER CLASE MAGISTRAL de TÉCNICA PURA Y FLAMENCO LATINO:

5.30 pm. Charla de ritmos afro-venezolanos dictado por Leowaldo Aldana. Joven talentosísimo músico estudioso de nuestro folklore. (50 min.)
6.30 pm. Clases de técnica pura. (60 min.)
7.30 pm. Flamenco Latino. Pellizcos por San Millán (60 min.) Acompañada de percusión en vivo.

Lugar: Sede de la Agrupación Juvenil Fdv Flamenco de Venezuela, Salón de multiples usos de la Parroquia de la Iglesia María Madre de Dios de Manzanares.

Costo: 200 Bs. las 3 horas.

Para mas información, por este medio o por el número 04143378651.

Muchas gracias y que Dios bendiga!!


PD: FAVOR DIFUNDIR ENTRE POSIBLES INTERESADOS...GRACIAS!! :)

jueves, 6 de diciembre de 2012

jueves, 29 de noviembre de 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

Mis Venezuela 2012


miércoles, 22 de agosto de 2012

A sus pies

martes, 21 de agosto de 2012

Grabación de pies


Con Deiweif e Isaias

martes, 17 de julio de 2012

19 y 20 de julio, a las 8:30 pm





Ensayo

Federico García Lorca

A ESPAÑA No hagas caso de lamentos ni de falsas emociones las mejotres devociones son los grandes pensamientos... Y, puesto que por momentos el mal que te hirió se agrava, resurge indómita y brava y antes de hundirte cobarde estalla en padazos y arde: primero muerta que esclava. (Federico García Lorca) Señoras y señores: Desde el año 1918, que ingresé en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta 1928, en que la abandoné, terminados mis estudios de Filosofía y Letras, he oído en aquel refinado salón, donde acudía para corregir su frivolidad de playa francesa la vieja aristocracia española, cerca de mil conferencias. Con ganas de aire y de sol, me he aburrido tanto, que al salir me he sentido cubierto por una leve ceniza casi a punto de convertirse en pimienta de irritación. No. Yo no quisiera que entrase en la sala ese terrible moscardón del aburrimiento que ensarta todas las cabezas por un hilo tenue de sueño y pone en los ojos de los oyentes unos grupos diminutos de puntas de alfiler. De modo sencillo, con el registro que en mi voz poética no tiene luces de maderas, ni recodos de cicuta, ni ovejas que de pronto son cuchillos de ironías, voy a ver si puedo daros una sencilla lección sobre el espíritu oculto de la dolorida España. El que está en la piel de toro extendida entre los Júcar, Guadalete, Sil o Pisuerga (no quiero citar a los caudales junto a las ondas color melena de león que agita el Plata), oye decir con medida frecuencia: «Esto tiene mucho duende». Manuel Torres, gran artista del pueblo andaluz, decía a uno que cantaba: «Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfaras nunca, porque tú no tienes duende». En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador de la Debla, decía: «Los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo»; la vieja bailarina gitana La Malena exclamó un día oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de Bach: «¡Ole! ¡Eso tiene duende!», y estuvo aburrida con Gluck y con Brahms y con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». Y no hay verdad más grande. Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Sonidos negros dijo el hombre popular de España y coincidió con Goethe, que hace la definición del duende al hablar de Paganini, diciendo: «Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica». Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: «El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies». Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto. Este «poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica» es, en suma, el espíritu de la sierra, el mismo duende que abrazó el corazón de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores sobre el puente Rialto o en la música de Bizet, sin encontrarlo y sin saber que el duende que él perseguía había saltado de los misteriosos griegos a las bailarinas de Cádiz o al dionisíaco grito degollado de la siguiriya de Silverio. Así, pues, no quiero que nadie confunda al duende con el demonio teológico de la duda, al que Lutero, con un sentimiento báquico, le arrojó un frasco de tinta en Nuremberg, ni con el diablo católico, destructor y poco inteligente, que se disfraza de perra para entrar en los conventos, ni con el mono parlante que lleva el truchimán deCervantes, en la comedia de los celos y las selvas de Andalucía. No. El duende de que hablo, oscuro y estremecido, es descendiente de aquel alegrísimo demonio de Sócrates, mármol y sal que lo arañó indignado el día en que tomó la cicuta, y del otro melancólico demonillo de Descartes, pequeño como almendra verde, que, harto de círculos y líneas, salió por los canales para oír cantar a los marineros borrachos. Todo hombre, todo artista llamará Nietzsche, cada escala que sube en la torre de su perfección es a costa de la lucha que sostiene con un duende, no con un ángel, como se ha dicho, ni con su musa. Es preciso hacer esa distinción fundamental para la raíz de la obra. El ángel guía y regala como San Rafael, defiende y evita como San Miguel, y previene como San Gabriel. El ángel deslumbra, pero vuela sobre la cabeza del hombre, está por encima, derrama su gracia, y el hombre, sin ningún esfuerzo, realiza su obra o su simpatía o su danza. El ángel del camino de Damasco y el que entró por las rendijas del balconcillo de Asís, o el que sigue los pasos de Enrique Susson, ordena y no hay modo de oponerse a sus luces, porque agita sus alas de acero en el ambiente del predestinado. La musa dicta, y, en algunas ocasiones, sopla. Puede relativamente poco, porque ya está lejana y tan cansada (yo la he visto dos veces), que tuve que ponerle medio corazón de mármol. Los poetas de musa oyen voces y no saben dónde, pero son de la musa que los alienta y a veces se los merienda. Como en el caso de Apollinaire, gran poeta destruido por la horrible musa con que lo pintó el divino angélico Rousseau. La musa despierta la inteligencia, trae paisaje de columnas y falso sabor de laureles, y la inteligencia es muchas veces la enemiga de la poesía, porque imita demasiado, porque eleva al poeta en un bono de agudas aristas y le hace olvidar que de pronto se lo pueden comer las hormigas o le puede caer en la cabeza una gran langosta de arsénico, contra la cual no pueden las musas que hay en los monóculos o en la rosa de tibia laca del pequeño salón. Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (Hesíodo aprendió de ellas). Pan de oro o pliegue de túnicas, el poeta recibe normas en su bosquecillo de laureles. En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Y rechazar al ángel y dar un puntapié a la musa, y perder el miedo a la fragancia de violetas que exhale la poesía del siglo XVIII y al gran telescopio en cuyos cristales se duerme la musa enferma de límites. La verdadera lucha es con el duende. Se saben los caminos para buscar a Dios, desde el modo bárbaro del eremita al modo sutil del místico. Con una torre como Santa Teresa, o con tres caminos como San Juan de la Cruz. Y aunque tengamos que clamar con voz de Isaías: «Verdaderamente tú eres Dios escondido», al fin y al cabo Dios manda al que lo busca sus primeras espinas de fuego. Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que hace que Goya, maestro en los grises, en los platas y en los rosas de la mejor pintura inglesa, pinte con las rodillas y los puños con horribles negros de betún; o que desnuda a Mosén Cinto Verdaguer con el frío de los Pirineos, o lleva aJorge Manrique a esperar a la muerte en el páramo de Ocaña, o viste con un traje verde de saltimbanqui el cuerpo delicado de Rimbaud, o pone ojos de pez muerto al conde Lautréamont en la madrugada del boulevard. Los grandes artistas del sur de España, gitanos o flamencos, ya canten, ya bailen, ya toquen, saben que no es posible ninguna emoción sin la llegada del duende. Ellos engañan a la gente y pueden dar sensación de duende sin haberlo, como os engañan todos los días autores o pintores o modistas literarios sin duende; pero basta fijarse un poco, y no dejarse llevar por la indiferencia, para descubrir la trampa y hacerle huir con su burdo artificio. Una vez, la «cantaora» andaluza Pastora Pavón,La Niña de los Peines, sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo, cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados. Allí estaba Ignacio Espeleta, hermoso como una tortuga romana, a quien preguntaron una vez: «¿Cómo no trabajas?»; y él, con una sonrisa digna de Argantonio, respondió: «¿Cómo voy a trabajar, si soy de Cádiz?». Allí estaba Eloísa, la caliente aristócrata, ramera de Sevilla, descendiente directa de Soledad Vargas, que en el treinta no se quiso casar con un Rothschild porque no la igualaba en sangre. Allí estaban los Floridas, que la gente cree carniceros, pero que en realidad son sacerdotes milenarios que siguen sacrificando toros a Gerión, y en un ángulo, el imponente ganadero don Pablo Murube, con aire de máscara cretense. Pastora Pavón terminó de cantar en medio del silencio. Solo, y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo con voz muy baja: «¡Viva París!», como diciendo. «Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. Nos importa otra cosa». Entonces La Nina de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de vientos, cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del rito, apelotonados ante la imagen de Santa Bárbara. La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y como cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni. La llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas sobre planos viejos, da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso. En toda la música árabe, danza, canción o elegía, la llegada del duende es saludada con enérgicos «¡Alá, Alá!», «¡Dios, Dios!», tan cerca del «¡Olé!» de los toros, que quién sabe si será lo mismo; y en todos los cantos del sur de España la aparición del duende es seguida por sinceros gritos de «¡Viva Dios!», profundo, humano, tierno grito de una comunicación con Dios por medio de los cinco sentidos, gracias al duende que agita la voz y el cuerpo de la bailarina, evasión real y poética de este mundo, tan pura como la conseguida por el rarísimo poeta del XVII Pedro Soto de Rojas a través de siete jardines o la de Juan Calímaco por una temblorosa escala de llanto. Naturalmente, cuando esa evasión está lograda, todos sienten sus efectos: el iniciado, viendo cómo el estilo vence a una materia pobre, y el ignorante, en el no sé qué de una autentica emoción. Hace años, en un concurso de baile de Jerez de la Frontera se llevó el premio una vieja de ochenta años contra hermosas mujeres y muchachas con la cintura de agua, por el solo hecho de levantar los brazos, erguir la cabeza y dar un golpe con el pie sobre el tabladillo; pero en la reunión de musas y de ángeles que había allí, bellezas de forma y bellezas de sonrisa, tenía que ganar y ganó aquel duende moribundo que arrastraba por el suelo sus alas de cuchillos oxidados. Todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto. Muchas veces el duende del músico pasa al duende del intérprete y otras veces, cuando el músico o el poeta no son tales, el duende del intérprete, y esto es interesante, crea una nueva maravilla que tiene en la apariencia, nada más, la forma primitiva. Tal el caso de la enduendada Eleonora Duse, que buscaba obras fracasadas para hacerlas triunfar, gracias a lo que ella inventaba, o el caso de Paganini, explicado por Goethe, que hacía oír melodías profundas de verdaderas vulgaridades, o el caso de una deliciosa muchacha del Puerto de Santa María, a quien yo le vi cantar y bailar el horroroso cuplé italiano O Mari!, con unos ritmos, unos silencios y una intención que hacían de la pacotilla italiana una aura serpiente de oro levantado. Lo que pasaba era que, efectivamente, encontraban alguna cosa nueva que nada tenía que ver con lo anterior, que ponían sangre viva y ciencia sobre cuerpos vacíos de expresión. Todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa; y así como Alemania tiene, con excepciones, musa, y la Italia tiene permanentemente ángel, España está en todos tiempos movida por el duende, como país de música y danza milenaria, donde el duende exprime limones de madrugada, y como país de muerte, como país abierto a la muerte. En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En España se levantan. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja barbera. El chiste sobre la muerte y su contemplación silenciosa son familiares a los españoles. Desde El sueño de las calaveras, de Quevedo, hasta el Obispo podrido, de Valdés Leal, y desde la Marbella del siglo XVII, muerta de parto en mitad del camino, que dice: La sangre de mis entrañas cubriendo el caballo está. Las patas de tu caballo echan fuego de alquitrán... al reciente mozo de Salamanca, muerto por el toro, que clama: Amigos, que yo me muero; amigos, yo estoy muy malo. Tres pañuelos tengo dentro y este que meto son cuatro... hay una barandilla de flores de salitre, donde se asoma un pueblo de contempladores de la muerte, con versículos de Jeremías por el lado más áspero, o con ciprés fragante por el lado más lírico; pero un país donde lo más importante de todo tiene un último valor metálico de muerte. La cuchilla y la rueda del carro, y la navaja y las barbas pinchonas de los pastores, y la luna pelada, y la mosca, y las alacenas húmedas, y los derribos, y los santos cubiertos de encaje, y la cal, y la línea hiriente de aleros y miradores tienen en España diminutas hierbas de muerte, alusiones y voces perceptibles para un espíritu alerta, que nos llama la memoria con el aire yerto de nuestro propio tránsito. No es casualidad todo el arte español ligado con nuestra sierra, lleno de cardos y piedras definitivas, no es un ejemplo aislado la lamentación de Pleberio o las danzas del maestro Josef María de Valdivieso, no es un azar el que de toda la balada europea se destaque esta amada española: —Si tú eres mi linda amiga, ¿cómo no me miras, di? —Ojos con que te miraba a la sombra se los di —Si tú eres mi linda amiga, ¿cómo no me besas di? —Labios con que te besaba a la sierra se los di. —Si tú eres mi linda amiga, ¿cómo no me abrazas, di? —Brazos con que te abrazaba de gusanos los cubrí. Ni es extraño que en los albores de nuestra lírica suene esta canción: Dentro del vergel moriré dentro del rosal matar me han. Yo me iba, mi madre, las rosas coger, hallara la muerte dentro del vergel. Yo me iba, madre, las rosas cortar, hallara la muerte dentro del rosal. Dentro del vergel moriré, dentro del rosal matar me han. Las cabezas heladas por la luna que pintó Zurbarán, el amarillo manteca con el amarillo relámpago del Greco, el relato del padre Sigüenza, la obra íntegra de Goya, el ábside de la iglesia de El Escorial, toda la escultura policromada, la cripta de la casa ducal de Osuna, la muerte con la guitarra de la capilla de los Benaventes en Medina de Rioseco, equivalen a lo culto en las romerías de San Andrés de Teixido, donde los muertos llevan sitio en la procesión, a los cantos de difuntos que cantan las mujeres de Asturias con faroles llenos de llamas en la noche de noviembre, al canto y danza de la sibila en las catedrales de Mallorca y Toledo, al oscuro ln Recort tortosino y a los innumerables ritos del Viernes Santo, que con la cultísima fiesta de los toros forman el triunfo popular de la muerte española. En el mundo, solamente Méjico puede cogerse de la mano con mi país. Cuando la musa ve llegar a la muerte cierra la puerta o levanta un plinto o pasea una urna y escribe un epitafio con mano de cera, pero en seguida vuelve a rasgar su laurel con un silencio que vacila entre dos brisas. Bajo el arco truncado de la oda, ella junta con sentido fúnebre las flores exactas que pintaron los italianos del XV y llama al seguro gallo de Lucrecio para que espante sombras imprevistas. Cuando ve llegar a la muerte, el ángel vuela en círculos lentos y teje con lágrimas de hielo y narciso la elegía que hemos visto temblar en las manos de Keats, y en las de Villasandino, y en las de Herrera, y en las de Bécquer y en las de Juan Ramón Jiménez. Pero ¡qué horror el del ángel si siente una arena, por diminuta que sea, sobre su tierno pie rosado! En cambio, el duende no llega si no ve posibilidad de muerte, si no sabe que ha de rondar su casa, si no tiene seguridad de que ha de mecer esas ramas que todos llevamos y que no tienen, que no tendrán consuelo. Con idea, con sonido o con gesto, el duende gusta de los bordes del pozo en franca lucha con el creador. Ángel y musa se escapan con violín o compás, y el duende hiere, y en la curación de esta herida, que no se cierra nunca, está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre. La virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran, porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendido, y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales. Recordad el caso de la flamenquísima y enduendada Santa Teresa, flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases magníficos, que lo hizo; no por presumir de guapa delante de fray Juan de la Miseria ni por darle una bofetada al Nuncio de Su Santidad, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende (no cuyo ángel, porque el ángel no ataca nunca) la traspasa con un dardo, queriendo matarla por haberle quitado su último secreto, el puente sutil que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en nube viva, en mar viva, del Amor libertado del Tiempo. Valentísima vencedora del duende, y caso contrario al de Felipe de Austria, que, ansiando buscar musa y ángel en la teología, se vio aprisionado por el duende de los ardores fríos en esa obra de El Escorial, donde la geometría limita con el sueño y donde el duende se pone careta de musa para eterno castigo del gran rey. Hemos dicho que el duende ama el borde, la herida, y se acerca a los sitios donde las formas se funden en un anhelo superior a sus expresiones visibles. En España (como en los pueblos de Oriente, donde la danza es expresión religiosa) tiene el duende un campo sin límites sobre los cuerpos de las bailarinas de Cádiz, elogiadas por Marcial, sobre los pechos de los que cantan, elogiados por Juvenal, y en toda la liturgia de los toros, auténtico drama religioso donde, de la misma manera que en la misa, se adore y se sacrifica a un Dios. Parece como si todo el duende del mundo clásico se agolpara en esta fiesta perfecta, exponente de la cultura y de la gran sensibilidad de un pueblo que descubre en el hombre sus mejores iras, sus mejores bilis y su mejor llanto. Ni en el baile español ni en los toros se divierte nadie; el duende se encarga de hacer sufrir por medio del drama, sobre formas vivas, y prepara las escaleras para una evasión de la realidad que circunda. El duende opera sobre el cuerpo de la bailarina como el aire sobre la arena. Convierte con mágico poder una muchacha en paralítica de la luna, o llena de rubores adolescentes a un viejo roto que pide limosna por las tiendas de vino, da con una cabellera olor de puerto nocturno, y en todo momento opera sobre los brazos con expresiones que son madres de la danza de todos los tiempos. Pero imposible repetirse nunca, esto es muy interesante de subrayar. El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca. En los toros adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por otro lado, con la geometría, con la medida, base fundamental de la fiesta. El toro tiene su órbita; el torero, la suya, y entre órbita y órbita un punto de peligro donde está el vértice del terrible juego. Se puede tener musa con la muleta y ángel con las banderillas y pasar por buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio todavía de heridas, y en el momento de matar, se necesita la ayuda del duende para dar en el clavo de la verdad artística. El torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea, sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre, de jugarse la vida; en cambio, el torero mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos. Lagartijo con su duende romano, Joselito con su duende judío, Belmonte con su duende barroco y Cagancho con su duende gitano, enseñan, desde el crepúsculo del anillo, a poetas, pintores y músicos, cuatro grandes caminos de la tradición española. España es el único país donde la muerte es el espectáculo nacional, donde la muerte toca largos clarines a la llegada de las primaveras, y su arte está siempre regido por un duende agudo que le ha dado su diferencia y su calidad de invención. El duende que llena de sangre, por vez primera en la escultura, las mejillas de los santos del maestro Mateo de Compostela, es el mismo que hace gemir a San Juan de la Cruz o quema ninfas desnudas por los sonetos religiosos de Lope. El duende que levanta la torre de Sahagún o trabaja calientes ladrillos en Calatayud o Teruel es el mismo que rompe las nubes del Greco y echa a rodar a puntapiés alguaciles de Quevedo y quimeras de Goya. Cuando llueve saca a Velázquez enduendado, en secreto, detrás de sus grises monárquicos; cuando nieva hace salir a Herrera desnudo para demostrar que el frío no mata; cuando arde, mete en sus llamas a Berruguete y le hace inventar un nuevo espacio para la escultura. La musa de Góngora y el ángel de Garcilaso han de soltar la guirnalda de laurel cuando pasa el duende de San Juan de la Cruz, cuando el ciervo vulnerado por el otero asoma. La musa de Gonzalo de Berceo y el ángel delArcipreste de Hita se han de apartar para dejar paso a Jorge Manrique cuando llega herido de muerte a las puertas del castillo de Belmonte. La musa de Gregorio Hernández y el ángel de José de Mora han de alejarse para que cruce el duende que llora lágrimas de sangre de Mena y el duende con cabeza de toro asirio de Martínez Montañés, como la melancólica musa de Cataluña y el ángel mojado de Galicia han de mirar, con amoroso asombro, al duende de Castilla, tan lejos del pan caliente y de la dulcísima vaca que pasta con normas de cielo barrido y sierra seca. Duende de Quevedo y duende de Cervantes, con verdes anémonas de fósforo el uno, y flores de yeso de Ruidera el otro, coronan el retablo del duende de España. Cada arte tiene, como es natural, un duende de modo y forma distinta, pero todos unen raíces en un punto de donde manan los sonidos negros de Manuel Torres, materia última y fondo común incontrolable y estremecido de leño, son, tela y vocablo. Sonidos negros detrás de los cuales están ya en tierna intimidad los volcanes, las hormigas, los céfiros y la gran noche apretándose la cintura con la Vía láctea. Señoras y señores: He levantado tres arcos y con mano torpe he puesto en ellos a la musa, al ángel y al duende. La musa permanece quieta; puede tener la túnica de pequeños pliegues o los ojos de vaca que miran en Pompeya a la narizota de cuatro caras con que su gran amigo Picasso la ha pintado. El ángel puede agitar cabellos de Antonello de Mesina, túnica de Lippi y violín de Massolino o de Rousseau. El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas. Federico García Lorca

sábado, 7 de julio de 2012

VIII Taller Intensivo Vacacional flamenco 2012



Del 23 al 27 de julio

CRECER POR DENTRO, FLORECER POR FUERA


“El bailarín del futuro será aquel cuyo cuerpo y alma hayan crecido tan armoniosamente juntos, que el lenguaje natural del alma se habrá convertido en el movimiento del cuerpo humano.
El bailarín no pertenecerá entonces a nación alguna sino a la humanidad”
Isadora Duncan, bailarina, EE. UU
Siguiendo este pensamiento de una de las más grandes bailarinas que ha tenido la historia; así mismo como llevada por mi experiencia, dedico este taller a la expresión del alma a través de la danza.  Hablo de un alma trabajada a través del auto-conocimiento, un alma que nos sea tan familiar que podamos tratarla como una vieja y muy querida amiga de la cual solo tomamos lo bueno y dejamos lo malo a un lado, predominando el afecto y la comprensión.
Así que trabajemos nuestro cuerpo por dentro y por fuera para que nuestra danza crezca y florezca a la vez, donde el dentro y el afuera se retroalimenten mutuamente…


Mis queridas (os) bailaoras (es),

Una vez más me siento con el gusto de invitarlos a un próximo encuentro con nuestro amadísimo flamenco y a una excelente oportunidad de compartir vivencias. A las personas que ya han estudiado conmigo y que forman parte de mis actuales amigos, me contentará mucho volverlos a ver y escuchar buenas nuevas;  a los que están por primera vez pues les doy la bienvenida con todo mi corazón.

El Taller  ofrecerá una clase de técnica multinivel del baile flamenco, una coreografía nivel intermedio y una coreografía nivel intermedio-avanzado.

Para hacer mas completo nuestro taller vacacional tendremos como invitados especiales he invitado a la profesora y bailarina Beatriz Cavalieri a dictar unas clases de jazz y a mi gran amiga sicólogo y sicoterapista transpersonal Marisol Ramírez a dirigir unas charlas y dinámicas para trabajarnos también un poco por dentro.

¡Y como Cierre de Oro! El sábado 28 de Julio tendremos la Sala Rociera más importante del país a nuestra disposición para presentar el trabajo hecho durante la semana a todos nuestros familiares y amigos que nos quieran acompañar. Esta presentación tiene como hora estipulada las 4 pm.

NOTA: Las clases de jazz y las charlas dinámicas están incluidas en el precio del taller.


Los palos flamencos a trabajar serán:


Nivel intermedio: Tientos

Tienen su origen en la tendencia de algunos cantaores flamencos a ralentizar el tiempo en el que se ejecutan los tangos flamencos, dotando al nuevo género de un carácter más profundo. Casi todos coinciden en señalar a Enrique el Mellizo como el primer intérprete de tientos flamencos -el tango de los tientos, lento de tempo y en modo andaluz-. Antonio Chacón a partir del tango-tiento del Mellizo recrea un estilo que será más tarde cultivado por muchos cantaores. Manuel Torre y La Niña de los Peines obtienen gran éxito en Sevilla con esta nueva forma de entonar los tangos a lo flamenco y, en el caso de los tientos, a lo jondo.


Nivel Avanzado: Jaleos
El jaleo aparece cada vez más como el antecedente más claro de la soleá y de muchos de sus derivados. Son muy numerosos los jaleos que se cultivaban en Andalucía en el siglo XIX y buena parte de ellos se caracterizan por la versatilidad de su estructura musical para adaptar muy diferentes especies. Los bailes de jaleo fueron protagonistas del ambiente musical de los cafés cantante y de los teatros en donde se ofrecían espectáculos de aroma andaluz, siendo el jaleo de Jerez el que adquirió mayor popularidad. En el flamenco se llama jaleos a una suerte de jotilla o fandango cantada sobre la cadencia andaluza. Caído en desuso una vez cristalizados los estilos afines, los jaleos "resucitaron" gracias principalmente a los gitanos extremeños. Tienen una peculiar rítmica que antiguamente se dio en llamar chuflas, y con las que era frecuente concluir el baile por alegrías (ver alegrías a dúo). Este aire propio de jaleos, donde los tiempos del compás ternario se muestran de forma "machacona", se distancia del de las bulerías, más cercana a la rítmica de la soleá.


Horarios:

Clase de jazz de  3 a 4 p.m. de lunes a viernes. Total 5 horas
 Técnica Pura: de 4 a 5 p.m. de lunes a viernes. Total 5 horas.
 Charla diaria: De 5 a 6 p.m. de lunes a viernes. Total 5 horas
Clase de jazz: de 6 a 7 p.m. de lunes a viernes. Total 5 horas
Coreografías nivel intermedio, Tientos: de 7 a 8 p.m. de lunes a viernes y  de 1:30 a 3:30 p.m. el sábado. Total 5 horas
Coreografías nivel avanzado, Jaleos: de 8 a 9 p.m. de lunes a viernes y de 3:30  a 5:30 p.m. el sábado. Total 5 horas


Ensayo montaje de la presentación del 28 de Julio, jueves y viernes de 8 a 10 pm. Todo el grupo. Total 4 horas.



Costo total por curso:


Técnica Pura:                                            650 Bs. F

Tientos:                                                    750 Bs. F

Jaleos:                                                       750 Bs. F



Los cupos son limitados por lo que se recomienda hacer la reservación del curso lo antes posible, escribiendo a danielatugues@gmail.com  Especificando el curso o los cursos que desee tomar. 

NOTA: recuerden que las clases de danza y las charlas están incluidas en el precio de los cursos, así que traten en lo posible de no perderse la oportunidad de compartir con los invitados especiales.


Dirección: Escuela de Baile Tatiana Reyna, Centro Comercial Los Campitos Piso 1, Local 204, Prados del Este. Caracas.

Al final del taller será entregado un certificado de asistencia y podrán llevar sus filmadoras para grabar el resultado del trabajo de la semana.

Cualquier duda o información pueden escribir a danielatugues@gmail.com o llamar al 0414 3378651 Daniela Tugues. Agradezco distribuir esta información entre posibles interesados.

Ojala que podamos coincidir y que aunque corto sea el tiempo podamos lograr la magia de sentir nuestro latido unido al ritmo de uno solo, en un solo movimiento… el FLAMENCO.

Muchas gracias por su atención y espero verles pronto… ¡Dios Bendiga!




Daniela Tugues



miércoles, 4 de julio de 2012

Imperdible


El sentir flamenco se pondrá de manifiesto en el teatro Luisela Díaz
El viaje del duende, un sueño de libertad es un musical escrito y dirigido por la bailaora venezolana Daniela Tugues, que ahonda en las posibilidades narrativas del arte español.
La Agrupación Juvenil Flamenco de Venezuela, conjuntamente con Ímpetu Producciones, presentarán el musical flamenco El viaje del duende, un sueño de libertad, escrito  y dirigido por la bailaora venezolana Daniela Tugues. Esta obra está inspirada en los textos del libro Memorias del flamenco, de Félix Grande. Las presentaciones se llevarán a cabo los días 19 y 20 de julio, a las 8:00 pm, en la sala de teatro Luisela Díaz del Caracas Theater Club.

El espectáculo cuenta la historia del origen del flamenco, como fusión de ritmos, hasta su llegada a América. La magia comienza en el siglo XII, fecha en que los gitanos parten del norte de la India y viajan a toda Europa. Ya entrado el siglo XIV, los pobladores se encontrarán con el folklore andaluz, las raíces árabes y la cultura sefardí, elementos que mezclarán en un solo ritmo: el flamenco. La naciente forma de bailar, hacer música y vivir en libertad cruzará el océano Atlántico para llegar a América y, así, volver a mezclarse con las nuevas influencias que conseguirán los gitanos en este lado del globo. A partir de entonces “el duende”, que así se le llama al sentir flamenco, intercambiará nuevas ideas con cada ir y venir que explore el ritmo en sus vueltas por el mundo.
En total son 24 los bailarines que intervienen en El viaje del duende, un sueño de libertad. La obra, que consta de dos actos, cuenta con la producción general de Daniel Solórzano y el patrocinio de las compañías La Mega, Escuela de Baile Tatiana Reyna, Oakley, Fundación Plazas y El Nacional.

El viaje del duende, un sueño de libertad, 
se presentará los días jueves 18 y viernes 19 de julio, a las 8:00 pm, en la sala de teatro Luisela Díaz, del Caracas Theater Club, ubicada en la calle Chivacoa de San Román (vía Urológico). Las entradas podrán adquirirse a través de la página web www.ticketmundo.com y en las taquillas del teatro, a un costo de 160 bolívares, para el sector VIP, y 140 bolívares, general.

martes, 3 de julio de 2012

En el aire

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Talento y + DANIELA TUGUES - VidaLink

El Jaleo



La Agrupación Juvenil Flamenco de Venezuela se presentará del 25 al 27 de noviembre en El Jaleo, la primera sala rociera del país, con la reposición de un espectáculo que se pasea por las raíces gitanas hasta llegar al flamenco latino. Esta es una agrupación impulsada por Daniela Tugues desde hace dos años, con 17 adolescentes formadas desde pequeñas en las filas del arte andaluz y que ahora tienen como premisa formarse en los valores humanos a través de la danza.
El repertorio de esta temporada incluye un número de fantasía inspirado en la danza hindú tradicional que hace recordar que los gitanos salieron del antiguo Punjab. Luego bailarán sevillanas y seguiriyas con castañuelas, por bulerías, alegrías y rematarán con flamenco latino. Este es un movimiento generado por quienes viven en ese lado del mundo, no nacidos en España pero que viven del flamenco y le agregan parte de su cultura.
Daniela Tugues es la pionera en este movimiento y lo defiende con teorías sólidas: “Antes viajaban en carretas y llegaron a Andalucia; después viajaron en barco y nos trajeron el flamenco para acá, a este nuevo crisol de mezclas de culturas. Ahora se viaja por avión, internet, películas y el flamenco se sigue alimentando y creciendo de aquí y de allí. Porque el flamenco es un arte vivo”.
Para ello la Agrupación Juvenil Flamenco de Venezuela tendrá en el escenario a Diego Álvarez “El Negro”, uno de los mejores cajoneros flamencos del mundo –quien tendrá una participación especial junto con Tugues– y Manuel Moreno y el grupo Herencia para rematar con el sentimiento venezolano. Por eso es que todo aquel que sienta raíces este continente, se sentirá identificado con el espectáculo, que no es flamenco tradicional sino más bien uno que tiende más al sabor caribeño.
Las funciones de la Agrupación Juvenil Flamenco de Venezuela serán los días 25, 26 y 27 de noviembre. Viernes y sábado, a las 10:00 pm, y domingo, a las 4:00 pm. El Jaleo está ubicado en la Plaza Bolívar de El Hatillo. Reservaciones: (0212) 961-1356 y 961-1452.
Fuente: Marcy Alejandra Rangel.

La bailaora Daniela Tugues es Doña Bárbara en ORINOCO: EL MUSICAL VENEZOLANO



Su mítica figura está arraigada desde hace décadas en el imaginario colectivo latinoamericano… “Más allá del Cunaviche, más allá del Cinaruco, más allá del Meta”, la implacable terrateniente devoradora de hombres ha desandado los más diversos territorios fuera de la ficción literaria, extendiendo su leyenda al cine, la televisión y la ópera.


Doña Bárbara, publicada por Rómulo Gallegos en 1929, la obra literaria venezolana de mayor difusión universal, con más de cincuenta ediciones y traducciones a unos cuarenta idiomas, así como diversas versiones para televisión, cine y la ópera; ha servido de inspiración para el nuevo musical de la Fundación Venezuela Viva: ORINOCO, cuyo estreno se celebrará el viernes 17 y el sábado 18 de junio, a las 7 p.m, y el domingo 19, a las 11 am, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela.


La reconocida bailaora venezolana Daniela Tugues será la encargada de vestirse en la piel de este complejo personaje. Durante 34 años bailando flamenco, ha sido primera figura de las compañías de Siudy Quintero, Venezuela Viva y de andaluza Paco Peña Flamenco Dance Company.


En 1995, Tugues fue seleccionada para bailar en el documental del cineasta español Carlos Saura, "Flamenco". Defensora del Flamenco Latino como nueva expresión universal, actualmente trabaja como directora de danza y primera bailarina de Venezuela Viva, así como también con Paco Peña Flamenco Dance Company. Es fundadora y directora de la Agrupación Juvenil Flamenco de Venezuela.


Para asumir el papel ha recibido un intenso entrenamiento actoral de parte de Vicente Albarracín,. Sobre su personaje, afirma: “En Doña Bárbara que es mi personaje, creo que lo más valioso es entender que esa mujer no era mala porque si, que todo "malo" tiene una historia triste detrás que les rompió el corazón en algún momento y los hizo perder la fe. Esto me apasiona como ha sido representado en la obra y considero algo importante de hacer notar. Todo en la vida es una consecuencia de algo”.


Acerca del musical, del que también es responsable de la creación coreográfica, dice: “Espero que la obra sea el primero de muchos otros trabajos que colaboren en la reconstrucción y el rescate del amor a nuestro país. Parte del mensaje que quisiera comunicar en lo personal, es el de que SOY VENEZOLANA, MUJER LATINA y que si se puede hacer un trabajo innovador, grandioso que marque pauta tanto a nivel mundial como nacional y por ende conseguir una mejora en nuestra autoestima”.


Junto a la enigmática Doña Bárbara de Tugues, brillarán en escena el valiente Santos Luzardo del cantante Alejandro Zavala, la silvestre Marisela de la bailarina Carla Urquiola y el Pajarote del cantante Juan Carlos Páez, en un montaje de alto nivel técnico y artístico, que reúne a más de cuarenta artistas, entre bailarines, músicos, cantantes y actores, provenientes de cuatro ciudades del país: Barinas, Barquisimeto, Valencia y Caracas, quienes buscan transmitir, con frescura y dinamismo, el espíritu de la Venezuela que retrata Gallegos.


También destaca el trabajo del pianista César Orozco en la composición y Dirección Musical; Francisco Octavio con gran parte de las letras, Daniel Cabrera en las coreografías llaneras, Justo Gómez en el diseño de vestuario, Edwin Erminy en la escenografía, el premiado director Vicente Albarracín, en la dirección actoral y Carolina Lizarraga en la creación y dirección artística.


Las entradas para ORINOCO, cuyo precio oscila entre 100 y 350 Bolívares, están a la venta en www.solotickets.info, tiendas Esperanto (San Ignacio, Paseo Las Mercedes y El Recreo), tiendas Confetti (Sambil y Galerías Prados del Este), en las taquillas del Aula Magna de la UCV, y a través de la página Web: www.venezuelaviva.com.
15/06/2011

Daniela Tugues representa a Venezuela en el Festival de Al Bustan


EL UNIVERSAL
lunes 16 de enero de 2012  12:00 AM
La bailaora venezolana, Daniela Tugues, será la representante del país en el Festival de Al Bustan, que se celebrará a finales de febrero en la ciudad de Beirut, en el Líbano. 


En esa ciudad del Medio Oriente estará mostrando su arte. La artista bailará junto a Paco Peña del Flamenco Dance Company, en un espectáculo llamado Flamenco sin Fronteras. 


Daniela Tugues es la representante más importante del flamenco latino en el mundo. Bailará en la capital libanesa los días 21 y 23 de febrero, para luego volver a casa, a cumplir compromisos en el país. 


En abril, Tugues retomará la gira con la compañía española. Primero se presentará en Asia, donde se mantendrá hasta mediados de mayo y, a finales de año, la bailaora venezolana presentará su espectáculo flamenco en Singapur.

“Bailaora” venezolana Daniela Tugues participará en el Festival de Al Bustan


 La “bailaora” venezolana, Daniela Tugues, será la representante del país en el Festival de Al Bustan (www.albustanfestival.com/festival/nextfest.htm), que se celebrará a finales de febrero en la ciudad de Beirut, en El Líbano.
En esa ciudad del Medio Oriente estará mostrando su arte, bailando con Paco Peña Flamenco Dance Company, en un espectáculo llamado “Flamenco sin Fronteras”.
Daniela Tugues es la representante más importante del flamenco latino en el mundo. Bailará en la capital libanesa los días 21 y 23 de febrero, para luego volver a casa, a cumplir compromisos en el país.
En abril vuelve a salir con la compañía española para Asia, hasta mediados de mayo y, a finales de año, a Singapur.
enero 14, 2012